© Aitor Fernández, 2018

Cuando las personas que aparecen en este reportaje fueron consecuentes con sus emociones, resultaron repudiadas por sus compatriotas. Algunas no contaron ni siquiera con el apoyo de sus familias. Huyeron y hoy lo cuentan con dolor. Les hicieron elegir entre estar muertos en vida o morir. Fueron denunciadas por sus propios vecinos. Las atacaron. Las violaron. Mataron a sus compañeras. Pero eligieron vivir. Eligieron quererse a sí mismas aunque no las quisieran los demás. Y se fueron, dejando todo atrás.

Los últimos datos publicados por la ILGA (Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex) en el pasado mes de marzo de 2019, constatan que todavía 72 estados en el mundo encarcelan a las personas que sienten su sexualidad o identidad de forma distinta a la norma, es decir, pertenecen a la comunidad LGTBI. La Pena de Muerte se aplica en, al menos, 8 estados y otros 14 aplican penas de hasta cadena perpetua. Las definiciones de las condenas máximas son ilustrativas: sodomía, contra natura, moralidad. En el otro lado, 52 países legislan de alguna manera contra la homofobia, pero sólo un pequeño número de Estados (28) les reconoce el derecho de formar una familia.

Una de las principales alegaciones que las personas refugiadas declaran es haber huido de la violencia política o social. Pero las investigaciones de la CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado) dejan patente que en España el sistema de asilo se encuentra colapsado: el pasado año sólo un 24% de las solicitudes se resolvieron positivamente (un 11% menos que en 2017 y muy por debajo de los principales países europeos de acogida) en unos momentos que suponen “el mayor éxodo que ha conocido la historia de la humanidad”.

Entidades como ACATHI se formaron para tender una mano a las personas que huyeron de su país por pertenecer al colectivo LGTBI. Rodrigo Araneda, presidente de la entidad, explica que “sus históricos personales son muy diversos, pero todos están marcados por la persecución social, familiar o incluso estatal”. ACATHI atendió el pasado año a personas de 38 países diferentes. Los países mayoritarios han sido Venezuela, Colombia, Marruecos, Rusia, Honduras y El Salvador.

Al igual que CEAR, Araneda advierte que España debería respetar las directivas europeas que favorecen las necesidades de atención especiales a las personas LGTBI solicitantes de protección internacional. “Es de especial relevancia el acceso a cambios documentales en el caso de las personas trans, que en la actualidad es imposible”, demanda. “Se deben estudiar vías de inclusión concretas tanto sociales como laborales”.

CEAR denunció en 2018 los nuevos obstáculos impuestos desde las instituciones españolas para no favorecer el proceso de refugio. También se percataron de “una alarmante ola de racismo y xenofobia que se cierne sobre la Europa de la solidaridad y los derechos humanos”, poniendo el foco en una serie de noticias falsas y herramientas de propaganda para fomentar el racismo en Internet. Y estamos viviendo el mayor auge de la extrema derecha desde la detonación de la Segunda Guerra Mundial.

Desde ACATHI, la extrema derecha se percibe como un peligro para la convivencia social: “Amenazan directamente los derechos humanos al aumentar el rechazo hacia personas refugiadas, migrantes y LGBTI mediante discursos incendiarios que se alimentan de la ignorancia o el descontento social”. Araneda apunta que es necesario desactivar sus discursos, pero sin darles protagonismo.

La hondureña Joana Matas, el mailense M., el ruso Vasili D., los cubanos C. y Dani Alcántara y la colombiana Thael Blandón son seis de las personas atendidas por ACATHI este año. Huyeron, no sólo para mejorar su vida, sino para salvarla. Huir significa alejarse deprisa de un peligro. En la huida no hay mucho tiempo para recopilar recuerdos, pero los pocos objetos que tuvieron tiempo de meter en sus maletas les conectan ahora con sus países de origen. Con sus identidades. Estos objetos representan la excusa para que nos abran su corazón y nos cuenten sus tragedias y luchas.

Este proyecto fue realizado en colaboración con Miriam M. Salas para Encara en Acció con la colaboración de ACATHI.

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